De verdad que no entiendo al PRI.
Un día lanzan bravatas afirmando que su candidato, ese engendro mediático de Televisa, ganará por “doble dígito”.
Al siguiente lloriquean pidiendo a AMLO y a sus seguidores que “respeten los resultados”.
Otro día hablan de cómo cambiaron y de cómo su gobierno será respetuoso e incluyente.
Al siguiente, la policía del Estado de México agrede a activistas de oposición en Coacalco.
Un día cantan victoria y planean su “gran cierre” en el Estado de México.
Al siguiente no pueden llenar el Estadio Azteca, ni con acarreados.
No se sí el PRI esté plenamente seguro de su victoria. Me parece que, más allá de sus arengas y acciones vacías, realmente no.
Lo que sí es perceptible es que la ven cerca. Y esta cercanía del poder está embriagando a los priístas, a los de arriba y a los de abajo, como los oficiales de policía miembros del PRI-Gobierno de Coacalco, a tal grado que la bestia que duerme dentro de ellos, la del despotismo y la violencia, está despertando.
Ese aterrador regreso es lo que los mexicanos evitaremos, con nuestro voto, el próximo 1 de julio.
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